“El arte de besar”, una guía de 1936 sobre los deleites de la boca


HACE TRES GENERACIONES, EL ARTE DE BESAR ERA COSA SERIA. O AL MENOS PARA EL AUTOR DE ESTE MANUAL QUE DISCURRE EN LAS TÁCTICAS Y TRUCOS DE LOS DISTINTOS TIPOS DE BESOS QUE SE PUEDEN PRACTICAR.

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Besamos por las razones más extrañas. Para demostrar cariño, para empezar un acto sexual (o terminarlo), para saludar a otros (o despedirlos), para divertirnos. Los psicólogos evolucionistas han llegado a la conclusión de que lo que hoy conocemos como un “beso” fue en algún momento una forma de alimentación que consistía en masticar la comida y pasarla a la otra boca, casi siempre de los hijos. Pero hoy en día, sugieren, un beso es un indicador del tipo de pareja potencial que el otro podría ser para ti, a nivel hormonal.

La imagen pública del beso comenzó como un tabú, hasta que en 1896 apareció por primera vez en el cine y de ahí proliferó. Una de las apariciones más curiosas es la que, en 1936, creó un hombre llamado Hugh Morris. The Art of Kissing es un panfleto ilustrado en el que el autor guía a parejas jóvenes en las técnicas, trucos y “métodos aprobados de besar” de la época. Lo mejor de todo es la suposición del concepto de “amor cortés” que se tenía en la época, y que se representa jocosamente en este manual. El oportunismo de Morris es evidente (¿quién no compraría un libro “decente” sobre un tema cuasi-sexual?), y está dirigido a los hombres que, claro, eran los que siempre daban el primer paso. Pero la lectura te transporta a otro lugar, en otro tiempo, en otra cultura.

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La sección en “cómo besar mujeres con distintos tamaños de boca” aconseja:

Cuando la boca de la mujer es del tipo pequeño, capullo de rosa, entonces uno no tiene de qué preocuparse… De cualquier manera, hay muchas mujeres que tienen los labios amplios y generosos […] La técnica para besar esos labios es distinta. Para que uno pueda permitir que sus labios permanezcan centrados, habría amplias expansiones de labios, intocados y, por lo tanto, desperdiciados. En tales casos, en lugar de permanecer adherido al centro de los labios, el joven debe levantar sus labios, parando bastantes veces para dar un beso firme a su paso. Cuando hayas hecho una vuelta completa a los labios, regresa inmediatamente al capullo del centro y deléitate ahí. Deléitate como lo hizo el amante de Fátima en el poema de Tennyson […].

Luego bebe la miel.

Como una abeja se posa sobre los fragantes pistilos de las flores, y bebe el néctar para la miel, así debes beber el néctar de entre los labios de tu amada. Y es néctar. Es esa mezcla hay un símbolo de la divina comunión de los espíritus de dos almas gemelas, unidas en los lazos de amor indisoluble.

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Después de varias descripciones en este tono, el delicado autor prosigue ennumerando varios tipos de beso:

El beso aspiradora, en el cual preparas a la dama con algunos movimientos de lengua y cuando menos se lo espera “succionas como si estuvieras tratando de sacar los contenidos de una naranja”.

El beso danzante, una manera “muy disfrutable de besar. Qué más se podría pedir que una pista de baile sutilmente iluminada, los ritmos tiernos de un vals tocado por Wayne King, los brazos alrededor del otro…”

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El autor concluye de manera predecible y necesaria: “Un beso nunca podrá ser absolutamente definido. Cada beso es distinto del anterior y del siguiente”.

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